Eva Yerbabuena volvió por sexta vez al país para presentar Yerbagüena, una muestra de sus coreografías más destacadas de los últimos 20 años, con al menos tres miradas a Chile en las canciones interpretadas sobre el escenario, donde deslumbró con presentaciones de altísimo nivel en el Teatro Municipal de Las Condes, en cuatro funciones que agotaron hasta la última entrada. Esta sexta visita de la compositora y bailaora es parte de las presentaciones de danza española que tendrá este año el TMC, un ciclo que continuará del 27 al 30 de julio con Querencia – Flamenco, de la Compañía de Danza de Antonio Najarro.
“El dorado que comienza a crecer en la vestimenta, el manto que cambia de mano, la falda que con su largo continua y reformula la punta de las piernas cada vez que Yerbabuena gira, las palmas, el cajón, la guitarra”
La velada comienza con una interpretación de Manifiesto de Victor Jara, un acercamiento al tema del cantautor chileno que le da nombre al disco póstumo de 1974, desde la disciplina española, adentrándose mediante variadas vocalizaciones propias del cante a la letra compuesta por Jara, para tomar una identidad propia y nueva al llegar la altura de los versos guitarra trabajadora, con olor a primavera, fusionando el estilo original de la canción con lo más actual y vivo del toque flamenco. De ahí en adelante Eva Yerbabuena y sus movimientos no dejan espacio en la concentración de la audiencia para quitarle los ojos de encima a una mujer que tiene tanta experiencia en el baile que no necesita compañía sobre las tablas para llenar con su persona todo el espacio del teatro, pues ella es, como dicen, “la veritá del flamenco encima de un escenario”.
En Yerbagüena, la artista española se sube al escenario con su director musical y guitarrista, Paco Jarana, además de dos cantores, un palmero y un percusionista. Los seis recorren la trayectoria de Yerbabuena y generan una expectación en la audiencia que hace al público batir las manos en aplausos al final de cada canción. Llegan todos con gran afiato a la mitad de la presentación, donde tocan, interpretan, bailan y tratan un tema de Violeta Parra que se ha convertido en una de las canciones necesarias para hablar de la conquista española y la relación de Chile con la gente indígena que siempre ha poblado este territorio. Hablamos de Arauco tiene una pena que, ya adelantamos en el título de esta reseña, tiene un rol central en varios sentidos. Levántate, Curiñán, levántate con otro ritmo, otros movimientos, voces masculinas entonando las letras de Parra, el dorado que comienza a crecer en la vestimenta, el manto que cambia de mano, la falda que con su largo continua y reformula la punta de las piernas cada vez que Yerbabuena gira, las palmas, el cajón, la guitarra, olé.
Del 8 al 11 de Junio, gracias a la gestión de Fundación Teatro a Mil regresó la bailaora y su despliegue de talento, que la hiciera adjudicarse el Premio Nacional de Danza en 2001. En esta visita de Eva Yerbabuena hubo partes de la presentación preparadas para el público chileno, como también miradas a la realidad española que hablan de las heridas que la sociedad ibérica ha intentado sanar infructuosamente durante el último siglo, como es la demanda de derechos de independencia de la región de Andalucía, un lamento que se prolonga y se avisora desde las muestras de ¡Ay! (2013) incluidas en Yerbagüena, y que toman nuevas significaciones cuando se trabaja el tema después de tener en escena Arauco tiene una pena, porque en nuestra tierra ya no son los españoles los que les hacen llorar, pero en la suya, sí lo son.

