Texto por Marykarla M. Olivares
Como si se tratara de un patchwork de su propia vida, Cristóbal Lanzarini ha intentado reparar en aquellas torceduras que la vida artística trae consigo. Con base en el terreno circense, al artista le acompaña un carácter teatral que va a incidir para siempre en la forma de entender su cuerpo en las artes; explora la performance, pero con un toque irónico que le permite no olvidar el lugar donde todo comenzó: la necesidad de vivir del arte (pues es lo único que lo salva de volverse loco).
La luz, como materia del acontecimiento, permite revelar los personajes y objetos. La música activa la presencia del momento y nos reúne en el aquí y ahora. El telón respira, la luz devela. Fuimos convocados, y es que en realidad, ¿qué es el arte sino una excusa para el encuentro?
Eureka, aspira a transmitirnos esa magia inefable que existe al momento de crear. Ese momento en que se nos “prende la ampolleta”. Eureka alude al descubrimiento de un hallazgo fortuito; es encontrarse en plena oscuridad y hallar la luz en un sitio eriazo. Eureka es refugio y ventana al mismo tiempo, por donde es posible mirar hacia el otro lado. Eureka también se vuelve un grito desgarrador que rompe las cuerdas vocales y suspira anhelo, pues hay un —algo— encontrado, conseguido, luego de todo el camino recorrido.
Esqueletos de peces, un candelabro que simula ser el avión de un videojuego que lanza misiles, lágrimas, lenguas y una cascada de esperma cayendo dentro de una planta carnívora. ¿A qué podría remitir todo esto? Un bodegón que refleja la hipocresía de un mundo roto y gastado, pero que también nos enseña a encontrar seducción en la trampa. Mientras tanto, un diablillo alzando unas esferas en lo más alto, representa el personaje que debe interpretar el artista para entrar al nicho del arte, donde se enfrenta a una verdad inapelable: para surgir, debe hacer malabares a toda costa.
«Eureka, radiografía doméstica», se convierte en un pulmón que apuesta por reunirnos en torno a una masa de luz corpórea, abismal, donde se hace posible la comunicación entre el arriba y el abajo, entre el cielo y la tierra, entre el hacer y el pensar. Y nos invita a reposar en el medio, con una luz apaciguante que, como un aullido al cielo que baja con el viento, toca la tierra y dice: EUREKA!

La Exposición permanecerá abierta hasta el 26 de julio en La Capilla del Centro Cultural Montecarmelo.

