El 18 de octubre se cumplió un año de lo que la prensa chilena bautizó como estallido al despertar del país de los topos.
La modorra duró años y acumuló varios titulares y muchos litros de tinta onanista para el oasis del neoliberalismo.
El estallido de las escopetas de la policía política de Chile, ha reventado los ojos a más de 460 personas, sumado a los 36 muertos y a las más de 2 mil víctimas de violencia estatal; no hay duda de que las cifras puedan aumentar ante el descontento de una sociedad que dejó de ignorar la desigualdad, el abuso y la corrupción de un sistema político, económico y social en declive.
Dicen que Chile despertó. Liberarse de las cadenas de la dictadura y salir de la caverna con dignidad evidentemente tiene un precio: solo entre enero y marzo Carabineros gastó más de 10.700 millones de pesos en vehículos y armas represivas que están siendo utilizadas en todo el país, ahora mismo, mientras lees esto.
La película que estamos viviendo es un mal remake que ya conocemos desde el 88, cuando un plebiscito sacó a Pinochet y la Concertación se guardó la alegría en el bolsillo. Ahora, pandemia de por medio y con toque de queda, se botará la Constitución que ha generado este panorama más parecido a un western, donde los buenos son los malos y los malos son los buenos gracias al abuso del montaje.
Es inevitable la analogía con El Topo (1970) de Alejandro Jodorowsky. Porque, finalmente, tod-s somos Topos protagonistas que despiertan de una prolongada amnesia luego de ser traicionados.
Sin identidad, pero más humanos, nos rearmamos a tientas en la oscuridad. En la incertidumbre esperamos ver algún rayo de luz que nos haga libres de todo abuso y donde el respeto sea la norma.
Que las cosas cambien esta vez, dependerá de cuán involucrados estemos como individuos en la sociedad y de cómo reaccionemos a los nuevos procesos políticos que se vienen.
Porque la ilusión es capaz de crear oasis donde no los hay y nadie querrá inmolarse en medio del paisaje como lo hizo el Topo (protagonizado por Jodorowsky), cuando la quimera de la libertad fue aniquilada por la realidad y sus instituciones.
Quizás sea preciso recordar la frase inicial de la película y tratar de mantener una postura zen, para no olvidar que es mejor no ilusionarse con nada mientras nos gobiernen los mismos que han escrito este guión.
«El topo es un animal que cava galerías bajo la tierra buscando el sol, a veces su camino lo lleva a la superficie: cuando ve el sol, queda ciego”.
