Con la noticia de Netflix y la compra de los derechos para convertir Cien Años de Soledad de Gabriel García Márquez en serie quedamos todos sorprendidos ya que durante décadas productoras han intentado llevar a la televisión y el cine esta gran obra de la literatura latinoamericana sin tener éxito. Ahora esto es una realidad.

El fanatismo que despierta la empresa de streaming es evidente, pero nada se compara con el fenómeno mundial en el que se convirtió la propia obra del escritor colombiano que en 2017 cumplió 50 años desde su primera publicación. En aquella ocasión para celebrarlo Penguin Random House Grupo Editorial (España) junto a el hijo del autor, Gonzalo García Barcha, lideraron el proyecto de publicar una edición especial aniversario. La publicación fue todo un éxito, siendo sus ilustraciones un punto muy destacado, la artista detrás de la interpretación de este clásico de la literatura fue Luisa Rivera, una chilena radicada en Londres.

A propósito de la noticia de Netflix, pensé que sería una gran oportunidad destacar el trabajo e inspiración de la artista chilena enfocado justamente en este hermoso proyecto donde García Barcha diseñó la fuente tipográfica del libro, llamada Enrico.

Luisa Rivera: «En mis manos no sólo tenía una obra de importancia universal, sino también un mundo complejo de retratar»

Luisa Rivera ha trabajado para The New York Times, Variety, Air Canada, Penguin Random House, Middlebury Magazine, entre otros. Sin duda, es una exponente destacada de la ilustración, en 2012 se ganó la beca Fulbright para estudiar un máster en artes especializado en ilustración en el Minneapolis College of Art and Design, Estados Unidos. Además, se encuentra entre los 10 mejores ilustradores de 2015 en Scene 360, y fue la tercera en el Latin American Ilustracion.

La ilustradora compartió, en su blog personal, paso a paso su proceso creativo de lo que significó Cien Años de Soledad. «Cuando recibí la noticia, no pude creerlo. Cien Años de Soledad me marcó mucho la primera vez que lo leí y me ha acompañado desde entonces. Aún recuerdo qué edición elegí en esa oportunidad: había varias en mi casa, ya que también es uno de los libros favoritos de mis padres. Rápidamente sentí una responsabilidad sobrecogedora. En mis manos no sólo tenía una obra de importancia universal, sino también un mundo complejo de retratar. Empecé por releer la historia, ahora con ojos de ilustradora», comenta.

Sobre cómo ideó Macondo, puedo protagonista donde ocurre todo en el libro comentó que: «si bien Macondo es lugar ficticio y casi mitológico, el autor da ciertas pistas geográficas: está al oeste de Riohacha, las ciénagas, los pantanos. Paralelamente, quería evitar ideas preconcebidas, lo cual es difícil cuando se trabaja con una obra que está tan arraigada en nuestra cultura. Para ello, dejé que Gabo me guiara: a través de entrevistas, reportajes, y lecturas pude percibir el interés personal tras la historia. Mientras ilustraba, repetí una y otra vez el discurso que dio al recibir el Premio Nobel en 1982 y también entrevistas más informales».

En lo que a paleta de colores se refiere, detalla que: «Pensamos mucho en la paleta de colores e hicimos varias pruebas antes de empezar. Optamos por una paleta unificadora que entrelazaría las ilustraciones. En términos de colorido, queríamos algo que reflejara las descripciones de los lugares pero añadiendo ese toque extraño, propio del realismo mágico. En este género lo extraño se expresa como un elemento cotidiano, y las ilustraciones recogerían esa idea».